Hablando de propósitos de año nuevo y con miras a llegar a mi cumpleaños 30 de una forma digna, decidí a partir de éste lunes cambiar mis hábitos alimenticios, no le llamo dieta por que es una palabra que como que ya esta muy choteada y prostituida y por que mis objetivos son bastante ambiciosos.
En fin, ya un par de veces me he demostrado que puedo hacer estos cambios con resultados muy efectivos. La última vez hace dos años que logré perder cerca de 15 llaves (15kg). Esa vez fue casi un éxito, estrené mucha ropa (que ya no me queda), reforcé mi ego y self assurance, me pellizcaban en el metro y todo mundo me pedía la dieta que seguí.
En fin, yo ya tengo muy claro que no hay recetas mágicas, ni productos en infomerciales que hagan el trabajo por si solos. El sacrificio es personal, y no hay otra forma mas que disciplina y el coraje de decir, gracias pero no gracias, al pastel de tres leches con helado de vainilla cuando te lo ponen enfrente.
Una inspiración adicional a mi decisión vino de mi prima Amanda, que siempre fue de complexión robusta (término políticamente correcto para no decir: Gorda) hasta que, a raíz de que se casa el mes de agosto tomó la decisión. La vi este fin de año y pues se ve, muy bien. Su cara cambió completamente, impresionante.
Ahí voy pues.
El día de ayer fui a partir una rosca con el Verde, Adriana y demás amigos, a partir una Rosca de Reyes. Y como ya lo he dicho, que bien se está en esa mesa. Independientemente de quien esté, viejos amigos o extraños recién conocidos, en esa mesa siempre me la he pasado bien.
La rosca estuvo muy fértil, tuvo como 16 monitos, y después de una noche que pasó entre Camellos, Lin May, y demás simplezas campechanas, me divertí como enano.
Desde aquí agradezco atenciones y risas, como siempre.