Es muy temprano y tengo mucho trabajo, pero no me voy a negar el gusto de un post para empezar la semana.

Un amigo que tenía 5 años de no ver, (5 años son muchos), encontró mi teléfono y me habló. Quedamos de vernos para echarnos unas chelas y platicar. Me dio mucho gusto verlo, es el único amigo que hice en mi época de Facultad de Ingeniería en la UNAM. En ese entonces tomábamos clase de alemán en el CELE.

En fin, resulta que ahora tiene dos trabajos, en las mañanas esta en obra (Ing Civil) y en las tardes por algún azar del destino cuida a una niña de siete años en lo que sus padres se divorcian y hacen cosas de gente grande.

Me platicó acerca de lo fuerte que ha sido tener una relación de papá postizo de medio tiempo, la influencia que tiene en la niña y la influencia que tiene la niña en él.

(llamada telefónica informándome que la verdura que me traje esta mala, que no me la vaya a comer)

Me dejo impresionado y pensando, (lo de la niña no lo de la verdura, aunque también me dejo pensando pero no tanto).

Nos fuimos a tomar una cerveza (en realidad mas de una) al Café Negro, mi hoyo favorito de Blues y funk, (Concepción Berstegui a media cuadra de Insurgentes) donde escuchamos como cada viernes al grupo local y al visitante. El local estuvo como siempre de lujo, y el visitante para variar también. Un grupo llamado los Aguacates, donde al parecer todos eran muy estudiados y preparados en la música.

Yo de eso no se, pero traían un ritmo muy sabroso. La novedad de los aguacates es que llevaban una flautista de mediano buen ver que le ponía un toque muy rico a sus melodías. Tocaron desde algo de Bossa Nova, Blues, Funk, Rock, cumbia y una versión de Glory Box de Portishead de lo mas sabroso.

Hubo mucho gustor musical.

(Chale con lo de la verdura, yo que quería comer sano, voy a tener que comer una sopa maruchan para rellenar)

El sábado muy temprano, como no tenía nada mejor que hacer y sacando mi fase samaritana, acompañé a mi amigo a recoger unos análisis médicos por los rumbos de Naucalpan. Todo iba bien hasta que de regreso con mi ansia de niño chiquito por estrenar el segundo piso del periférico, me enfrasque en un tráfico de sábado a medio día de esos que hacen llorar a un hombre maduro. Yo no lloré pero si sudé.

El resto del sábado al estilo de los buenos tiempos me la pasé jugando cartas con los mismos de siempre y rematando con una cena en el Rey del Burguer, cual Deborah.

(Fuck!, me manche mi camisa al abrir mi jugo de durazno. Lo bueno es que según Maru solo la uva y el mango manchan permantente, el Durazno es mas tranquilo. La sabiduría de una madre.)

El domingo me levanté muy temprano para hacer una peregrinación a tierras del norte y visitar a René en Cuatitlán (medio tanque de gasolina me gasté el fin de semana), aunque el viaje rindió mas que siempre ya que en la tarde ví a Rosa que anda viviendo por esos rumbos.

Fuimos al famoso Perimágico que ni ella ni yo conocíamos y resulta que aparte de subirnos al mini rollercoaster no hubo mucho mas que conocer y nos fuimos al cine.

Esta vez la película la escogí yo. Mar Abierto. No había visto mas que el poster que sugería que era la historia (basada en hechos reales, dizque), de una pareja que se queda flotando en el mar a merced de los tiburones.

Como buen cine norteamericano, yo esperaba un poco de angustia, suspenso, reflexión, mensaje, y el triunfo del espíritu humano sobre la adversidad. …pero pues no, los tiburones se los comen a los dos. Cheil! Ya ni las películas gringas son confiables.

(Ya se secó mi camisa y parece que no hay mancha. Bien)

El fin de semana termino platicando con Rosa acerca de la insoportable verdad del …This is your life, it doesn?t get any better than this, muy ad hoc con el domingo en la noche. (Afortunadamente, hubo CD en vez de la hora nacional, si no seguiría deprimido hasta hoy)

A trabajar pues, a pesar de la verdura podrida y la mancha de jugo en la camisa.