Tatatiu, tatatiu, tatatiu. . .
Yo no creía en los contadores.
Viles sumas y restas hechas complicadas. Tablas, formatos, cargos, abonos. Blah!. Por eso cuando me di de alta en hacienda decidí hacer yo mismo mi contabilidad. Una hojita de excel, gastos, ingresos, deducciones en fin, ¿que tan complicado puede ser?.
Los primeros dos meses bien ciudadano, iba y pagaba mis impuestos y me sentía bien conmigo mismo, cada vez que veía una obra pública una lagrima me recorría el cachete y sentía con orgullo como aoprtaba al progreso de mi país.
Como me tardaron en dar mi tarjeta tributaria y resulta que uno para pagar impuestos necesita pedirle permiso a Francisco Gil Díaz, se me hizo costumbre de dejar de pagar (al fin luego me pongo al corriente), y así se me fueron 10 meses.
Cada vez que se hablaba de la reforma fiscal sentía que todos se me quedaban viendo, y cuando hablaban de los evasores sentía que hablaban de mi, un infierno.
Hasta que mi papá, que sabía que si me llegaba un requerimiento de hacienda era una probable víctima de préstamo, me mando con su contador, Hipólito.
Hipólito ha sido el contador de mi papá por muchos años, han trabajado juntos y son buenos amigos, a mi me cae bien. En fin, fui con él y le lleve la montaña de papeles, recibos y cuanta madre tenía como para deducir. Según yo, mi gracia y falta de responsabilidad civil me iba a salir en 6 o 7 llaves, mas una comida a Hipólito por arreglar el desmadrito.
Total, ayer me llama y me dice que vaya a firmar mi declaración, al final solo tengo que pagar 1200 ahora, y cuando llegue el cheque de devolución hablamos.
Una de dos, o es cierto que todos los contadores son parte de un complot, y quieren confundir al mundo con puras sumas y restas, o ese wey en lugar de contador es mago.
Yo me voy por la segunda.