De la fiesta de fin de año.

Pues llegamos temprano y según nosotros escogimos una buena mesa con buena vista y acceso fácil a la pista. El mesero luego luego se presento nos trajo bebidas e hizo chistes, supongo que esperando una buena propina, yo generalmente no soy codo para eso, así que de entrada el buen hombre ya se había ganado al menos un tostón de mi parte.

Como a eso de las 2 empezaron a servir de comer. De entrada nos dieron rollos de jamón con ensalada rusa, que aunque plato de fiesta infantil, estaba servido muy mono y hasta tenía esa ramita que no se come pero como que les da clase a los platos. Seguido nos sirvieron una crema de langosta que estaba bastante buena (de hecho muy buena), mientras me aguante muchos comentarios guarros, ya que estaba sentado en la mesa con gente de mayor nivel salarial que yo (eg, «…y a ti, ¿te gusta langosta, o prefieres andar en lancha?»). en fin.

Como plato fuerte nos trajeron un platillo que se fue sin mucho pensarlo al top 3 de lo peor que he comido en mi vida, solo atrás de los tacos de pelicano pibil que alguna vez comí en Veracruz y de el plato de pancita con pelos de hace no mucho que fui con mi papá. Era una especie de puerco relleno de mango, manzana y alguna otra fruta rara, bañado en una salsa de no-se-que-chingados que estaba demasiado dulce, mal, mal, mal.

Para estos momentos las visitas del mesero se empezaron a hacer gradualmente mas esporádicas y sin comentario gracioso.

Decidí dejar la mitad del plato porcino aquel y entrarle al postre, que si bien estuvo decente, no estuvo grandioso. Ha de haber sido, junto a los rollitos de jamón con verdura, parte de las sobras de alguna fiesta infantil celebrada en la mañana. Pero estaba mejor que el plato fuerte, menos dulce.

Se acabó de comer, hubo un ratito de sobremesa y como era de esperarse the band played on, después de los también obligatorios momentos de mordida de rebozo se descolgaron todos a bailar.

El espíritu era bueno, pero el grupo lamentablemente muy malo. Se aventaban unos popurris de miedo, empezando con mambo cambiandole a Rock and Roll, regresando a cha-cha-cha y culminando con cumbia. Bien creativos.

También entendí el por que la Sonora Santanera ensaya tanto La Boa. Para evitarse osos como los de este grupo que se les olvidaban las letras de las canciones. Las coristas, nunca las vi corear nada y a pesar de que su trabajo era animar al público parecían las mas aburridas de la fiesta.

En fin, ahí medio bailé y medio me divertí.

Ya a éstas alturas los meseros desaparecieron, y conseguir un trago era misión imposible. Nos dimos cuenta que la mejor mesa era de los que bien abusados se sentaron hasta el fondo, junto al Bar.

Cuando por fin se puso bueno fue cuando empezó la rifa y mi nombre sonó asignado a una cámara Handycam muy chida. Yeah!

A pesar de la escasez de meseros, agarre buen nivel y seguimos la fiesta hasta que se acabó. No soy el único en tener la mala costumbre de quedarme picado y resulta que en el mismo hotel se estaba celebrando la fiesta de fin de año de Seguros Tepeyac. Como compañía colega importante, muchos de aquí tienen conocidos en Tepeyac y de repente Zas! Ya estabamos en una mesa de pista siendo atendidos por 2 meseros en una fiesta al menos 5 veces mas grande y con un grupo mucho mas animado. Las 3 horas que estuvimos ahí estuvieron mejor que toda nuestra fiesta (a excepción de la cámara). Ya al final hubo mariachis y chilaquiles.

Antes de irnos, obviamente juré y perjuré que nos la íbamos a seguir en algún lado, pero ya de regreso me di cuenta que un trago u otro rato mas y era muy probable que amaneciera tirado en medio de mis fluidos, en un lugar extraño y con moscas en la panza.

Así que para matar el compromiso nos metimos a una cantina cercana a tomarnos una chela que, maldita sea, acabe pagando yo.

Afortunadamente el piloto automático me llevo sin novedad a mi casa.