El güero ya tenía tiempo queriendo organizar algo, pero como no deje que fuera en mi casa tuvo que poner la suya. Mandó unos mails, y organizó.
El sábado después de ver a la misma pelusa de siempre, me lancé a los tenebrosos rumbos de Santa Martha Acatitla (ay Wey!).
Aunque los invitados habían sido varios, el poder de convocatoria de Lisandro no es muy fuerte y nos aparecimos los de siempre. Así que toda esa comida, un barril de cerveza y un pomo estaban a disposición de 4 gentes.
Empezamos bien, cotorreo, cena, chela y la tradicional cábula al güero. Todavía era temprano cuando alguien habló por teléfono pidiendo direcciones para llegar en metro, antes de saber que onda hizo su aparición Laura Ivonne.
Traía el pelo de un color castaño que no me gustó e iba vestida demasiado elegante como para comer y beber en casa del Güero. Pero en fin. El saludo y la despedida fueron lo mas que le dirigí. Creo que como regla general cualquier persona que sentimentalmente no fue pelada por otra, espera que alguna vez aquella persona se de cuenta de lo que perdió y arrepentida regrese pidiendo perdón. Y aunque yo no soy nadie para romper esas tradiciones, no pido tanto, solo estaba esperando una explicación, pero no la hubo.
Sentí solidaridad de mis amigos, lo cual me dio mucho gusto, y a pesar que el ambiente estaba medio incomodo seguimos con el plan original de quedarnos ahí. En resumen fue un buen rato que pudo estar mejor.
Al día siguiente después de almorzar sobras de cena y discutir sobre la sensualidad oculta de la Señorita Rottenmeyer, regresé a mi casa a dormir, pensar y ver Baseball, en ese orden.