Oficina Zombie II

Decidí aceptar mi condición de Zombie de Oficina. Y resultó ser bastante a gusto.

Al principio nadie me molesta, me temen. No se si sean los gruñidos, la mirada lúgubre o de plano el aliento de zombie que me cargo hoy. Afortunadamente encontré un paquete de chicles en mi bolsillo.
Desde que decidí no luchar contra mi zombismo se escucha música de suspenso, empecé a sangrar por todo el cuerpo, la piel se me empezó a descomponer y al teclear este post perdí un par de dedos. Traigo la ropa desagarrada, aunque mas que por la transformación fue por wey, ya que, se me atoró el pantalón en la copiadora.

Deambulo por los pasillos de la compañía dejando una estela de olor a muerte, algunos la perciben, otros ensimismados en su rutina ni siquiera han de saber que día es hoy.
Ya es medio día, tengo hambre. Me dirijo a la cocina esperando encontrar alguno que otro vivo y darme un festín con sus cerebros. Pronto todo el piso será zombie.
Me encuentro a algunos compañeros platicando junto al garrafón. Hablan del clima, del tráfico, del América y de bailando por un sueño. Decido que no me voy a comer *esos* cerebros. Nunca sabrán cuan cerca estuvieron de convertirse en «desmuertos», (Undead, pues…!).

De regreso mi lugar me encuentro con Rubén y su implacable sonrisa. Se escucha «When you’re smiling»… aaarrgggh! me resisto. Gruño. Volteo y me encuentro Con Liz, hoy no trae minifalda así que la veo a la cara, también sonrie. Maldición!. Vienen por mi.

Ya en mi lugar me dispongo a hacer actividades zombie. Archivar algo o ponerme un documento en frente con una pluma en la mano simulando revisarlo. La música de suspenso regresa. Sigo siendo zombie. Gruño de gusto.

Después de un rato se acerca José a mi lugar, levanto la mirada con desconfianza y lo veo sonreir. Empieza a hablar de cuanto calor tiene y de como volvió a fallar el aire acondicionado. Trato de levantarme, pero por el otro lado se acerca Andrés y me pregunta como me fue en mi curso de la semana pasada. El ansia me invade. Suena el teléfono, es Marisol, me pregunta si voy a participar en su tanda. Quiero gritar, pero apenas puedo gruñir. «When You’re Smiling» suena cada vez mas fuerte y a un ritmo mas acelerado. Busco con la mirada de desesperación ayuda en mis asistentes, no se han dado cuenta de nada, siguen en lo suyo así como el resto del piso. Trabajan, sonrien y platican trivialidades.

Empiezo a Dudar si el zombie soy yo…

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