Una.

Considerando todas las cosas, no hay muchos de ellos: Los verdaderos viejos.

Aún en este planeta, en esta era, la gente considera que unos cientos o miles de años son un plazo poco común.

Hay, por ejemplo, menos de diez mil individuos vivos hoy en el planeta, que tienen recuerdos personales de los tigres dientes de sable, de los megaterios y del oso cavernario.

Existen hoy, menos de mil que caminaron por las calles de Atlantis (La primer Atlantis. Las otras tierras que llevaron ese nombre fueron meras sombras, ecos atlantistas, tierras míticas, y vinieron después).

Hay menos de quinientos humanos vivos que recuerdan las civilizaciones humanas que cazaban a los grandes reptiles. (Hubo unos pocos; los registros fósiles no son confiables. Muchos de ellos vivieron por millones de años.)

Hay escasamente setenta personas caminando por esta tierra, humanos ante cualquier apariencia (y en algunos casos también ante cualquier prueba médica disponible actualmente), que estaban vivos antes de que la tierra se empezara a condensar de entre gases y polvo.

¿Qué tan bien conoces a tus vecinos? ¿a tus amigos? ¿a tus amantes?

Camina por las calles de cualquier ciudad, observa cuidadosamente a la gente que pasa a tu lado, y preguntate y ten presente esto:

Ellos están ahí también. Los viejos.

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Bernie Capax está en su camino al trabajo. Es un abogado; socio menor en la compañía Collum, Martindale & Grant.
A veces ha hecho otras cosas, pero en la mayor parte siempre ha sido abogado de una manera o la otra.

La gente siempre necesita abogados.

Está pensando en la película de horror que vió la noche anterior en la televisión: Uno de los villanos era el Marqués de Sade, representado por un atlético caballero: el mal mas puro encarnado.

Está pensando en el Marqués que él conoció, pálido, asmático, terríblemente obeso por sus años en prisión, que se asustaba con las sombras y escribía obsesivamente acerca de actos que no se atrevía a realizar.

Está pensando en un sueño que tuvo justo antes de despertarse, que le recordó de algo que alguna vez le dijo Freud, acerca de como no podemos oler nada en nuestros sueños, está pensando que eso no es verdad.

Está pensando en los Mamuts que soñó está mañana, vapor saliendo de su espeso abrigo café en el frío de aquel interminable invierno.
En su sueño el rancio olor colgaba del aire, y el caminaba entre las grandes bestias, sus dedos pasando por sus zaleas.

Era el olor de un mamut. Está seguro. Ninguna otra cosa huele así. No lo ha olido desde que era niño.

Bernie Capax recuerda; aunque en este punto se da cuenta que no está seguro si lo que recuerda es su infancia en la estepa o su sueño que fue inturrimpido por una alarma esta mañana.

«¡HEY!»

Escucha el grito, voltea y mira…

Está pasando lentamente, demasiado lento. Pero no hay adonde correr, no hay donde ir.

Puede escucharse a si mismo gritando mientras el muro se le viene encima, y se sorprende cuando se da cuenta cúales son las palabras que escucha.

«Todavía no…»

Bernie se encuentra parado en la calle entre los escombros del muro caído.

«No lo creo»
«Lo hice otra vez, lo hice otra-pinche-vez»

«Y ni siquiera salí lastimado»

«Bueno, esa es una forma de verlo. Pero tu cuerpo está ahí debajo»
Le responde Muerte que está de pie junto a el.

Bernie mira hacia abajo y ve su cuerpo inerte bajo el muro caído.
«No. Por favor. No después de tanto tiempo. O sea, un accidente estúpido»
«Pero, lo hice bien ¿no?»

«¿Cuánto? mil quinientos años. Eso está muy bien ¿no? viví mucho tiempo.«

«Viviste lo que a cualquier otro le toca Bernie. Tuviste una vida»

«Ni mas. Ni Menos»

«Tuviste una vida«

——Sandman Volúmen 7 «Brief Lifes», capítulo 3
Neil Gaiman