Viernes Funk

Pues ahí estaba workaholiqueando el viernes muy a gusto, cuando me dijeron que, por ser el cumpleaños de mi jefa, nos ibamos a ir toda el área a comer para celebrarla y existían altas posibilidades de matar tarde.
Me preocupó que la idea «Ojalá si regresemos a trabajar, por que tengo mucho que hacer» haya pasado por mi mente. ¿Qué me está pasando?

Fuimos a un lugar a un par de cuadras de la oficina que unos compañeros habían descubierto un par de semanas antes. Resulta que el dueño del lugar es un coreano que había vivido tiempo en Argentina, España y México por lo que su menú era muy variado y versátil.
La opción elegida era mas o menos así: por 100 del águila te ponen un anafre en tu mesa y te traen carne de varios estilos cortes y animales hasta que digas Mú. Y aparte, si los comensales son suficientes, se apoquinan con unas botellitas de vino tinto y hasta prometían variedad.

Comimos y comimos carne. Trajeron costillas, chorizo, chistorra, arrachera, bisteces, etc, solo faltaron los cuernos. También nos atarantaron con guarniciones de verduras, ensaladas, empanadas, papas a la francesa y muchas salsas y condimentos. Suficiente comida como para digerirla hasta por ahí de Mayo.

Justo a mitad de la sobremesa, mientras me echaba otra copita de vino y luchaba por mantener los ojos abiertos. El coreano dueño del lugar sigilosamente se acercó y encendió una maquina de karaoke, nos acercó el control remoto y un par de cancioneros con las melodías mas populares de México, Estados Unidos, El Reino Unido, Japón, Corea y la colonia Agrícola Oriental.

La primera reacción de la mayoría de la concurrencia, fue el natural «¡ay! ¡que oso!». Y se cantaron las mañanitas rezando como se acostumbra en la oficina.
Poco a poco, entre que esto y que lo otro, las listas y el control remoto empezaron a rolar y en un parpadeo ya habían aparecido mas botellas de vino y el escenario se abrió.

El coreano dueño del lugar llegaba de vez en vez a encender un dispositivo distinto para propiciar el mood. Primero fueron las luces de colores, luego el disco ball, luz negra y cuando llegó con la máquina de humo el modesto restaurancito ya se había convertido en un hoyo funk. No se si el coreano sacaba un nuevo dispositivo según nos veía divertidos o según el consumo de vino, pero creo que llegamos al nivel mas alto.
Surreal el Asunto.

Por supuesto que me la pase muy bien y volví a la oficina a medio estoque y solo al pisa y corre. Ya que de ahí me fui a rumbos norteños a celebrar el cumpleaños de Rosa, que derivó en mas alcohol y una cruda medio gachita.

¡Ah! pero la venganza de la momia fue del trabajo que dejé de hacer el viernes, que revivió el día de hoy y me tuvo 12 horas-nalga-pc trabajando ininterrumpidamente, dejándome en modo Optudimoder/agotado.
Lo bueno fue que llegué a ver un episodio nuevo de The Office, lo cual curó un poco el daño animo-laboral inflingido hoy.

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