ZDF v3.0

Empecé a notar algo raro con el anuncio de suspensión de clases a las 11 de la noche de un jueves. Se me hizo raro, pero no pasó de ser la nota peculiar del fin de semana.
Conforme fueron avanzando los días las cosas se ponían mas extrañas. Los juegos de fútbol se hacían a puerta cerrada, cerraron restaurantes, bares y lugares donde pudiera haber grandes conglomerados de gente.

La rumorología estaba al máximo, los medios daban la información a medias y se palpaba desconcierto en el ambiente.
Unos creían que no pasaba nada, que era una distracción del gobierno mientras se cerraba la venta de Pemex. Otros citaban la teoría del shock como si de veras nuestro gobierno fuera tan abusado para orquestar algo tan elaborado.
Otros creían (¿sabían?) que era mas grave de lo que todo mundo pensaba, decían que el ejercito ya rodeaba algunas clínicas y que a Perote, Ver. donde había empezado la epidema ya la habían bombardeado y no existía. (¿Quién iba a extrañar Perote de todas formas?)

Nosotros ya habíamos planeado nuestro fin de semana en Acapulco desde hace tiempo, eramos 10 en total. Todos agobiados por nuestros trabajos y lo único que buscábamos era pasar un fin de semana sin preocupaciones en la playa.
Discutimos si debíamos de abandonar nuestro plan, ya habíamos pagado la casa y rentado la camioneta y nadie de nosotros conocía a nadie infectado. La verdad nos valió madres, y así de inconcientes tomamos carretera.

Todavía la noche antes de salir, escuché en las noticias que se habían confirmado casos en otros 14 países y que se estaba considerando el toque de queda para el DF. «¿Toque de queda? Pinche Marcelo, es mucho para una pinche gripa, ¿no?«, pensé.
En la carretera de salida los retenes militares estaban exagerados. Nos detuvieron 3 veces y nos revisaron hasta las muelas. Perros olfateaban nuestro equipaje y hasta pruebas de orina nos pidieron, solo faltó el cavity search. Nos pareció divertido.

Ya en Acapulco, uno de mis amigos apagó su celular y muchos seguimos su ejemplo, la idea era olvidarnos del mundo.
Pasamos 3 días fantásticos, no hicimos nada mas que comer, beber y celebrar. No me quejo. Fue una gran forma de pasar los últimos días de civilización.

Para nuestra sorpresa el camino de regreso no hubo ni un reten militar. En algunas casetas ni siquiera había personal, y el tráfico que normalmente hay los domingos en la tarde desde Cuernavaca para entrar a la ciudad era inexistente, y al contrario la carretera de salida estaba embotelladísima.

Al entrar a la ciudad, un impacto no nos dio tiempo de fijarnos en la desolación que había en las calles.
Ibamos sobre Insurgentes a la altura de Villa Olímpica. No vi de donde salió, solo sentí el golpe seguido de la mancha de sangre en el parabrisas de la camioneta. Un escalofrío me recorrió de punta punta, me amarré y bajé a ver al pobre infeliz que había atropellado.

Al verlo tirado en un charco de sangre y víceras, sentí un poco de culpa deseando que no hubiera sobrevivido. Dicen que sale mas caro un vivo que un muerto.
Regresé al interior de la camioneta y confirmé que todos se encontraran bien. Pedí a mi copiloto me alcanzara los papeles del seguro y encendí mi celular para hacer la llamada. No había señal.

Justo estaba por solicitar un celular con señal, cuando el rostro del atropellado gimió al otro lado de la ventanilla. Su cara estaba cubierta de sangre y sus ojos proyectaban una furia tan pura y clara que tuve que verlos por un par de segundos sin apartar la vista.
Los gritos de una de mis amigas fueron los que me hicieron reaccionar. Encendí el motor y pisé el acelerador.

Fue cuando vi por primera vez a la turba.

El sonido que emitían era abrumador. Imagínate el sistema sonido mas mamón dolby-DTS-THX, multiplicado por mil y luego pon un disco de lamentos de ultratumba.
Se escuchaba el rugido ensordecedor de multitud, y a la vez se podía distinguir cada una de las voces por separado, como si cada uno dejara escapar su alma á través de un grito.
Todos estaban cubiertos de sangre y a algunos les faltaban miembros. Y todos traían la misma mirada de odio concentrado.

Desde momento y hasta ahora, todo pasó muy rápido, mi mente estaba tan dopada con adrenalina y tan preocupada por mantenerme vivo, que creo que decididió no recordar mas detalles de esa noche.

Creo que dos de mis amigos murieron en el choque. Al menos no nos quedamos para averiguarlo. Tampoco recuerdo como me hice del bat, o cuantas veces sentí crujir un craneo con el otro extremo.
Recuerdo que me lastimé el dedo tratando de escalar una reja. También me acuerdo que estuve esperando el momento ideal para hacer un comentario gracioso., «Tranquilos que ahorita se ponen a bailar como con Michael Jackson«. Que idiota.

Apenas logramos llegar al departamento de uno de mis amigos.
Solo llegamos 4. Su esposa está inconciente en el otro cuarto. Afuera del edificio se empiezan a juntar. No hay luz ni teléfono. Al menos hay agua y puedo recuperar el aire. Creo que en toda mi vida nunca había usado tanto mis pulmones en tan poco tiempo.

Mi amigo va a revisar a su esposa. Parece que está bien, no es nada grave, solo fue una mordida, dice que ya hasta abrió los ojos…

——————————————–

Otras crónicas aquí y aquí

5 comentarios en «ZDF v3.0»

Los comentarios están cerrados.